jueves, 20 de diciembre de 2018

Destino de palabras, destino siempre igual





Hace más de cuatro años, en una vieja librería de Trujillo, ubicada en el también antiquísimo jirón Pizarro, tuve un contacto visual, casi celestial, casi idílico con un libro: "Vallejo en los infiernos" de Eduardo González Viaña. Mi relación con los buenos libros, siempre ha funcionado bajo la lógica del amor a primera vista. Este libro no fue la excepción por eso a penas llegué a casa, no puede evitar la tentación de leerlo. Fue una noche que hasta ahora recuerdo. Era una noche de otoño, adornada por el sonido suave de una tímida garúa que fungía de comparsa a mi emocionada lectura. Vallejo para mí siempre ha sido mi héroe, un héctor de la literatura, un caballero de la mesa redonda que se sacrificó por su arte, que vivió no de él, sino para él. Esto también influyó en la emoción de leer la novela biográfica de González Viaña que relata buena parte de la vida de Vallejo pero en especial su estancia no tan grata en la cárcel.

Aprendí muchas cosas de este libro, entre nuevos datos sobre la vida del vate liberteño así como nuevos poemas de él; pero hay algo que quedó grabada de forma permanente en mi memoria y que consiste en una frase que Napoleón Chanduví o mataporgusto le dice a Vallejo: "el destino señor, es un conjunto limitado de cartas. Seis o siete. Usted la recibe de joven. Después se le pierden o se le desordenan. En el futuro, las seis o siete cartas vuelven a aparecer y juntarse, y son siempre las mismas." Memoricé esta reflexión porque la di por válida y hasta ahora la considero acertada.

Hay cosas en la vida que siempre se repiten. Hay energías que siempre regresan. Hay flores que siempre volvemos a ver. Hay sueños que volvemos a soñar. Hay lugares a los que siempre volvemos. Hay amores que nos vuelven a partir. Hay personas maravillosas y desastrosas que volvemos a encontrar. Hay problemas que siempre vuelven. Llegué a penar que así estaba marcado mi destino y que otra vez repetía el ciclo. Sin embargo, me di cuenta que para ganar este juego que es la vida, lo más importante es el As de corazones, el jocker, con el que siempre se gana y que siempre ha estado en mí, se llama poesía, escritura, literatura, liberatura, como sea que se llame, pero me ha sacado a flote. Ella es como una terapia de shock que canaliza todo el flujo magnético y maligno de la vida. Ella hace brillar nuevamente lo que soy: mi fuerza de animal irracional y pasional, mi libertad sin límites, la belleza de mis cicatrices y mi eterna admiración por la belleza femenina. Otra vez hay un albatros sobrevolando este cielo.






jueves, 16 de agosto de 2018

Pájaro antediluviano




La experiencia consciente de la vida abre el camino para encontrarse a sí mismo. Para volver por el camino de la autenticidad, que muchas veces resulta esquivo por los diversos obstáculos de una sociedad consumista, caníbal, de apariencias y adoctrinamientos, una sociedad que destruye mentes que asesina los sueños y la verdad, y que sobre eso edifica su propia realidad en la que los hombres no somos hombres. Siempre es mejor el caos la tragedia, si sirve para golpearnos tan fuerte pero tan fuerte que uno abre los ojos y ve de forma diferente la realidad, es como si los dogmas se desmoronaran y los pies se hacen más ligeros, a uno deja de importarle lo que no debe importarle siguiendo solo los latidos puros de su corazón y la magia de la intuición. Todo termina como debe terminar en la senda invencible del propio albedrío, para esto es necesario hacer mucho y poco. Los miedos hay que dejarlos atrás, hay que coger el corazón no para arrancarlo del pecho, sino para sentir la vida que te puebla, para sentir esa voz milenaria del pájaro azul de un pájaro pequeño y suave que susurra libertad. 

Al abrir los ojos
las flores se abren
los monos se mecen
sobre montañas de hojas
la luna camina sigilosa y deslumbrante
así las mil maravillas de este mundo
cautivan la consciencia
y qué bien nos hace sentirlas
quedar atrapados en el deleite.

Pero qué inútil es gozar de la belleza
que te rodea
sin sentir el reino oculto
sin sentir de donde parte toda
la experiencia
qué inútil es pisar las piedras que no son tuyas
porque mi camino soy yo
está ahí
para verlo hay que cerrar los ojos
y mirar en la consciencia
para verlo hay que caer hondo
golpearse en la cabeza y despertar
mirar entre sombras y sueños
y sentir la vida que eres
y volver a caminar sobre tus pasos.

sábado, 21 de julio de 2018

Crisálida


Está atrapado en una enorme y oscura crisálida formada por retazos de vivencias, gestos, aromas, lugares e innumerables recuerdos que surgen y se mezclan. Cada día intenta salir, cada día intenta olvidar, escapar; pero del dolor no se huye, al dolor hay que enfrentarlo, y su forma de hacerlo es aferrarse a esos momentos maravillosos que dejó, e imaginar que ella está ahí. Se engaña a sí mismo que la escucha hablar en las mañanas, se engaña que siente su aroma en las sábanas, se miente que la escucha respirar mientras duerme y que siente la calidez de sus pies helados. Aún cree que su sonrisa lo despierta y lo duerme, aún cree sentir sus delgados dedos entre los suyos. Los vestigios de lo que una vez brilló, son su único consuelo. Son las cenizas del fuego las que lo abrigan. No le queda más alternativa que entrar y salir del pasado, del dulce pasado que amarga y que quiere olvidar.

Su corazón está abatido y se guarece en el final del túnel, en el fondo del abismo, y a medida que su pulso se apaga y su alma se vuelve a sí misma, una luz empieza a resplandecer. Desde el último bastión de su esencia, desde el último reducto se acerca un ser etéreo, la marca de su bendición o de su maldición: ella, la luz tenue, el fuego implacable, alimenta su tristeza pero no lo ultima, lo mantiene vivo, cura sus heridas y le abre otras, en un círculo interminable de interpretaciones y preguntas del cual no se puede escapar y no quiere escapar, porque ha entendido que la crisálida guarda un secreto. En esa escafandra de oscuridad se gesta el lumen, se transforma el dolor en más dolor y surge el milagro, la palabra, el mito.