lunes, 26 de octubre de 2020

Inicio y final

Todo empezó con algunas preguntas y comentarios sobre sus charlas psicológicas. Las conversaciones al inicio fuero frías pero con el paso del tiempo algunas cosas fueron cambiando. Siempre fui el primero en escribirle y saludarla, en comentar una frase, una imagen, hasta que poco a poco me fue haciendo algunas preguntas. Luego  llegaron las confesiones. Me contó algunos de sus traumas y cosas más íntimas de su vida. Me habló de su trabajo, de sus viajes y de su familia. Ambos nos abrimos y la conversación fue tornándose más fluida y transparente, por eso tomé la decisión de viajar a conocerla. Le dije que me gustaría tomarme un café mientras charlamos. Me dijo que sí porque a pesar que hay muchos que le escriben, a mí me sentía sincero. Imagino que esto último fue una manera de justificarse a sí misma que aceptaba salir conmigo. Coordinamos un fin de semana para vernos. 

Cogí el auto y manejé por cuatro horas hasta su casa. Fue la primera vez que conducía tan lejos por ver a una chica. Casi eran las 4 de la tarde cuando a lo lejos alcancé a ver un enorme cartel que anunciaba la bienvenida a la ciudad donde ella vivía. Le escribí y me dijo a las 6 nos vemos. Llegada la hora, fui a su casa y la vi esperándome en una vereda. Era alta, como lo suponía. Me recibió con un abrazo y lógicamente la abracé, me gustó mucho ese gesto aunque lo sentí forzado. Le abrí la puerta, subió al auto y me dijo: "te vistes como profesor". Me reí y le dije: "esperaba que esperaras que me iba a vestir como profesor". Ambos nos reímos y la miré a los ojos. Realmente es hermosa me decía en mis adentros. Sus ojos marrones y su cabello castaño amarrado en trenzas, trasmitían un aura de dulzura y al mismo tiempo de fragilidad. La vi más delgada que en las fotos, pero igual de bella. 

Me llevó a una pizzería donde nos decidimos por la "dámela siempre", una pizza que por su sabor hace honor a su nombre. Fue ahí, en medio de un ambiente decorado con motivo de Halloween y con un rock pesado de fondo, que me fue contando algunas detalles de su vida. Mientras ella hablaba yo la miraba fijamente preguntándome por qué me atrae tanto. Tal vez era sus trenzas, su forma de vestir tan relajada, su sonrisa tímida, no lo sabía, hasta que lo sentí, fue en un instante que me di cuenta que se parece a Ana. Sus ojos marrones, esa ternura en lo profundo de su mirada, los gestos continuos con sus dedos, todo eso fue un recuerdo transitando frente a mí. Se lo iba a contar pero luego lo pensé y seguramente me hubiera costado mucho hablarle de mi primer amor. 

Creo que hablé poco y ella lo notó. Por momentos la sentí nerviosa intentando hablar para que el ambiente no se sienta aburrido. Mi carácter de mierda, vomitaba silencios continuos y miradas perdidas, mientras ella seguía hablando, no porque quería hablar, sino porque no quería aburrirme. Eso en el fondo me gustó, era un acto de amabilidad. Yo solo quería mirarla, la había visto tantas veces en fotos que solo quería mirar su belleza viva luciéndose frente a mí, no quería hablar o mejor dicho quería hablar con mi silencio y la mirada. 

Me gustaría hablar un poco más de su personalidad desde la impresión que me generó este primer contacto. Por supuesto que se trata de una impresión, ella puede estar muy lejos de ser así. Sentí en algunas de sus palabras o en sus ideas, cierta dureza que usa como escudo para esconder una fragilidad o un dolor que brilla con colores de ternura, aunque todo ángel que desdeña destruirnos es terrible, porque tal vez esa ternura puede que solo viva en mi imaginación. Al final, he podido sentir que esa dureza con las que causaron sus heridas ha impregnado en su alma, tiene un cierto desprecio por la vida, en cierto desprecio por sí misma o por su identidad. Creo que ninguna palabra es casual, ningún gesto, ninguna mirada. Ahora interpreto su fragilidad como algo no tan claro, no tan puro, sino veo un poco de oscuridad en sus temblores y sus nervios. Algo tan normal en nosotros los seres humanos, al fin y al cabo humanos, demasiado humanos. Y así me gusta más, sabiendo que no es un ángel sino una mujer que ha luchado contra el mundo.

Luego de acabar con la pizza, fuimos a caminar. Hablamos de un poco de política y mi verborrea afloró. Seguimos caminando y llegamos al paseo de las musas, donde habían muchos jóvenes y niños corriendo, caminando, ahí la noté un poco temerosa por la inseguridad, me pareció extraño. Subimos al auto, hablamos un poco más y sentí que se alejó de la conversación y que quería irse, no solo de mi compañía sino de mí. Aunque fue muy sutil, pude sentir su decisión, la respeté sin increpar nada. La llevé a su casa. Bajé del auto, le di una planta que le compré y nos dimos un fuerte abrazo que esta vez sentí sincero, tal vez porque era un abrazo que cerraba un inicio que sabíamos que era el final. Nunca más volví a saber de ella y yo tampoco le escribí.


sábado, 23 de mayo de 2020

Corazón oscuro

Y ahí estamos
con los ojos clavados en el horizonte
mirando el desconcierto.
La muerte nos persigue a cada paso
el sol ya no brilla de la misma manera
y vivir parece un cuestión de suerte.

Ahí estamos
buscando algo en el aire, en el viento
o mejor cagándonos de miedo, de desesperación
porque al fin y al cabo
solo somos unos simples monos
hambrientos, sedientos de esperanza
solo somos un puñado de carne y huesos que tiritan

Intentamos mantener la cordura
pero la naturaleza
nos ha quitado lo que tanto amábamos
nuestro egoísmo, nuestro ego, nuestra libertad
nuestra omnipotencia
ahora no tenemos poder de nada.
El ruido de la gente ya no está
para darnos la seguridad de la manada
ahora solo somos vulnerables
simples, pequeños, huecos, cavernícolas
refugiados en casos de cristal que solo
nos dan una fría vanidad.

Vamos en busca de una cura a nuestro desastre
algo dentro de nosotros nos impulsa
pensamos que es progreso
que es solidaridad
pero solo es nuestro egoísmo ruin
nuestras ganas de poseerlo todo y dominarlo todo
nuestra simple y malvada naturaleza están ahí
latiendo aún
ese fuego, esa luz brevísima que aulla despacio
en nuestro corazón
parece un milagro, pero es una desgracia
es una llama de egoísmo, de maldad, de perversión
la única cura para el mono destructor es la destrucción.

lunes, 23 de septiembre de 2019

La noche y el mar


Como aquella noche
Que anduvimos caminando
Sintiendo el rugido espumoso
Y leve del mar

Como aquella noche
donde pronto nos trepó un miedo inexplicable
Así tengo miedo ahora.
Una sensación gélida me recorre
Creyendo que te has perdido.

Por eso extiendo mis manos
A ver si te guían en las sombras
Pero estás muy lejos.
Estoy buscándote, tanteando entre recuerdos.
Sé que te has perdido.
Por eso insisto y aquí me quedo.

Tú eres la mujer de los bellos días
Es tu belleza la que endulzaba mi vida
Fueron tus manos las que me guiaron.
Sé que hay mucha niebla
Que muchas cosas pasaron
Y que ha llovido sobre nosotros
Pero aquí me quedo.

Aquí estoy con el pecho descubierto
Para que desde donde estés
Veas todo mi amor
Y me reconozcas.
He abierto mi cuerpo
Para que veas el incendio
La luz que una vez nos envolvió.
He abierto mi mente
Para que escuches los recuerdos
Para que sientas mi voz
Caminando en tu cuello.
He abierto todos los candados
Y todas las puertas y todas las verdades
Para que llegues, para que no te pierdas
Para que sepas, para que creas
Que hay una playa, un rincón en el norte
Donde aún podemos olvidarnos del mundo.

Tal vez esta noche no encuentras mis manos
Pero mañana busca mi alma.
Desde este puñado de letras
Te ayudo a descifrar el destino
Te ayudo a seguir los recuerdos
Y las intuiciones.

Esta noche déjame insistir.
Sé que ese bus
Llamado felicidad nos ha dejado
Y esta vez lo perdimos por mi culpa
Pero dame la oportunidad de buscar otro
Y te juro que esta vez caminaremos
por la orilla del mar sin miedo de perdernos.




miércoles, 18 de septiembre de 2019

Lo gris y el tiempo

Tengo esa sensación
dentro de mí y fuera de mí
hay un aire metafísico debilitado
un querer que no está
un vacío que se expande
mi cuerpo vulnerable
tiene llagas y el aire
lo lastima.

Agacho la cabeza
y sigo sin creer en el mundo
o mejor dicho sigo sin entender
o mejor dicho entiendo
pero no lo acepto
¿ahí está el problema?

Camino y vuelvo a caminar
siento no esa soledad
libre sino esa soledad obligada
soledad gris
un paraguas negro se levanta
y la lluvia no es la misma
porque ya no la quiero

Silencio, escucho mucho silencio
mi corazón murmura que hay gritos.
una calle triste pasa cubierta de niebla
y ya no me veo en ella
solo hay una sensación de vacío
que me atrapa y siento

siento frío, una enorme sensación
que me succiona hacia dentro
un desvarío imperceptible
un olor a muerte se alza
desde árboles que arden
un río congelado escupe peces vivos
peces grises
hay raíces retorcidas y llenas de gusanos

hay al final solo una sensación
de que el tiempo sigue avanzando
con desdén con frialdad
con crudeza, con deslealtad
nadie importa para esa rueda
estúpida rueda que gira sin cesar

me detengo aquí, hasta aquí llegamos
aunque todos siguen
quiero volver y sentir que al menos
nuestras vidas explican algo.
Lloro como un niño, como un viejo
que son conscientes del amor
y la amistad que perdieron,
pero la vida sigue, sin cesar.



lunes, 13 de mayo de 2019

a veces necesito ascender

En memoria tuya escribo. Porque como tu padre, sé que fuiste del mar y en él estás. Llevo latente una marca con el nombre que nunca te di. Cada día es un nuevo descubrir, un nuevo sentir tu ausencia y experimentar que el dolor tiene distintos colores. Las cosas pasaron de ese modo pero ojalá nunca hubieran pasado así, y no lo digo por mi dolor, si no porque hubiera sido maravilloso verte crecer y poder experimentar la potencialidad de vida que llevabas en ti, pero así es la vida, dura, crudelísima. Nos equivocamos, me equivoqué, nunca debí dejarte sola, nunca debí ser tan egoísta. Ahora me ves desde algún lado, desde algún sitio, desde alguna materia, me ves arrepentido porque realmente lo estoy. Sería maravilloso no equivocarse; sin embargo, así somos, tan imperfectos, tan inmorales, tan humanos, demasiado humanos. Y no importa cuanto me arrepienta, seguiré pensándote, seguiré intentando disimular este dolor, así pasen los años, así pase el tiempo, te llevo como esa marca en mi alma, como esa flor que nunca floreció. Pienso que dejarte en el olvido tal vez pueda ser una manera de disculparme, pero la verdad lo he intentado y no puedo. En tu memoria escribo, pequeña flor, pequeño pájaro, sencilla estrella, dulce espera, suave caricia, sonrisa eterna, en tu memoria escribo para decirte que aquí estoy pagando mis penas, sintiendo que a veces no puedo más y me dan ganas de ir a buscarte, no lo voy a negar, quisiera ir a buscarte, donde estés, allá donde algún día iré a buscarte, a pedirte de rodillas que me perdones, que me entiendas, que no sabía lo que hacía. Mientras tanto iré al mar mi pequeña golondrina, ahí te miro, porque sé que me escuchas y prometo volverme valiente aunque sea imposible, lo voy a intentar. Perdóname la tristeza, pero la tenía en la garganta y pues las manos tenían que soltarla en medio de la brisa que hoy me ha llenado. Igual, he encontrado formas de lucharte, he encontrado formas de remediar mis errores, pero de todos modos no puedo detener la lluvia, me ha vencido y aquí me tienes otra vez. Ha sido suficiente por hoy, cierro los recuerdos y prometo hacer algo, no ir a buscarte sin antes haber hecho algo de lo que seguramente estarás orgullosa. Estoy roto pero aún sirvo, aún de mis manos sale humo y salgo por las noches a mirar las estrellas. Algo más puedo, podré hacer en tu memoria.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Destino de palabras, destino siempre igual





Hace más de cuatro años, en una vieja librería de Trujillo, ubicada en el también antiquísimo jirón Pizarro, tuve un contacto visual, casi celestial, casi idílico con un libro: "Vallejo en los infiernos" de Eduardo González Viaña. Mi relación con los buenos libros, siempre ha funcionado bajo la lógica del amor a primera vista. Este libro no fue la excepción por eso a penas llegué a casa, no puede evitar la tentación de leerlo. Fue una noche que hasta ahora recuerdo. Era una noche de otoño, adornada por el sonido suave de una tímida garúa que fungía de comparsa a mi emocionada lectura. Vallejo para mí siempre ha sido mi héroe, un héctor de la literatura, un caballero de la mesa redonda que se sacrificó por su arte, que vivió no de él, sino para él. Esto también influyó en la emoción de leer la novela biográfica de González Viaña que relata buena parte de la vida de Vallejo pero en especial su estancia no tan grata en la cárcel.

Aprendí muchas cosas de este libro, entre nuevos datos sobre la vida del vate liberteño así como nuevos poemas de él; pero hay algo que quedó grabada de forma permanente en mi memoria y que consiste en una frase que Napoleón Chanduví o mataporgusto le dice a Vallejo: "el destino señor, es un conjunto limitado de cartas. Seis o siete. Usted la recibe de joven. Después se le pierden o se le desordenan. En el futuro, las seis o siete cartas vuelven a aparecer y juntarse, y son siempre las mismas." Memoricé esta reflexión porque la di por válida y hasta ahora la considero acertada.

Hay cosas en la vida que siempre se repiten. Hay energías que siempre regresan. Hay flores que siempre volvemos a ver. Hay sueños que volvemos a soñar. Hay lugares a los que siempre volvemos. Hay amores que nos vuelven a partir. Hay personas maravillosas y desastrosas que volvemos a encontrar. Hay problemas que siempre vuelven. Llegué a penar que así estaba marcado mi destino y que otra vez repetía el ciclo. Sin embargo, me di cuenta que para ganar este juego que es la vida, lo más importante es el As de corazones, el jocker, con el que siempre se gana y que siempre ha estado en mí, se llama poesía, escritura, literatura, liberatura, como sea que se llame, pero me ha sacado a flote. Ella es como una terapia de shock que canaliza todo el flujo magnético y maligno de la vida. Ella hace brillar nuevamente lo que soy: mi fuerza de animal irracional y pasional, mi libertad sin límites, la belleza de mis cicatrices y mi eterna admiración por la belleza femenina. Otra vez hay un albatros sobrevolando este cielo.






jueves, 16 de agosto de 2018

Pájaro antediluviano




La experiencia consciente de la vida abre el camino para encontrarse a sí mismo. Para volver por el camino de la autenticidad, que muchas veces resulta esquivo por los diversos obstáculos de una sociedad consumista, caníbal, de apariencias y adoctrinamientos, una sociedad que destruye mentes que asesina los sueños y la verdad, y que sobre eso edifica su propia realidad en la que los hombres no somos hombres. Siempre es mejor el caos la tragedia, si sirve para golpearnos tan fuerte pero tan fuerte que uno abre los ojos y ve de forma diferente la realidad, es como si los dogmas se desmoronaran y los pies se hacen más ligeros, a uno deja de importarle lo que no debe importarle siguiendo solo los latidos puros de su corazón y la magia de la intuición. Todo termina como debe terminar en la senda invencible del propio albedrío, para esto es necesario hacer mucho y poco. Los miedos hay que dejarlos atrás, hay que coger el corazón no para arrancarlo del pecho, sino para sentir la vida que te puebla, para sentir esa voz milenaria del pájaro azul de un pájaro pequeño y suave que susurra libertad. 

Al abrir los ojos
las flores se abren
los monos se mecen
sobre montañas de hojas
la luna camina sigilosa y deslumbrante
así las mil maravillas de este mundo
cautivan la consciencia
y qué bien nos hace sentirlas
quedar atrapados en el deleite.

Pero qué inútil es gozar de la belleza
que te rodea
sin sentir el reino oculto
sin sentir de donde parte toda
la experiencia
qué inútil es pisar las piedras que no son tuyas
porque mi camino soy yo
está ahí
para verlo hay que cerrar los ojos
y mirar en la consciencia
para verlo hay que caer hondo
golpearse en la cabeza y despertar
mirar entre sombras y sueños
y sentir la vida que eres
y volver a caminar sobre tus pasos.