domingo, 1 de julio de 2012

Esto es tan inexplicable como aquello. Los rios de la vida y de la muerte siguen su curso contradictorio y conflictivo. Yo sigo amándote y odiándote como el imbécil que siempre fui y que siempre seré. No entiendo nada de lo que veo y menos de lo que siento, y es que, sintiendo, entiendo menos y comprendo más el sinsentido de la confusión. No es momento para explicar ni para sentir lo que se aglutina en la garganta como un grito o como un nudo de intriga, no es momento para ello. Ahora sólo queda abrir los ojos como un maniquí inerte mirando las estrellas caer y caer con su inexplicable belleza. Las palabras, la belleza, el amor, el fuego, la vida y todo lo posible de ser simbolizado en representaciones mentales, siempre fueron fenómenos mentales, hijas de nuestra inacabable imaginación. Desconocer lo que pasa al morir, es un misterio que ridiculiza la vida y la hace parecer como un sueño del que algún día hemos de despertar.

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