sábado, 2 de mayo de 2015

Crónica de mis últimos dolores

Duro de Domar

Miro la única foto que tengo de ella, recuerdo que me la obsequió hace casi un año.  Intento imaginar que algo de vida hay en esa imagen hermosa donde sonríe y mira con ternura; pero es en vano, no está viva, no trasmite calor, por el contrario, trasmite mucha nostalgia y unas ganas enormes de no hacer nada, de seguir tendido en la cama, esperando algún milagro de la muerte.  Tengo inquietudes suicidas en mi ser inconsciente, supongo que a eso se le llama depresión. Qué contradictorio es, y digo contradictorio porque en la vida que estoy llevando cualquiera pensaría que disfruto cada instante como si nunca hubiese vivido antes. Estoy generándole numerosas ganancias a las licorerías, sin escatimar ni un centavo. Además, salgo con algunas chicas, camino con ellas, me lleno de su aroma, de su feminidad; sin embargo, aún me siento muerto, aún falta algo. Busco con desesperación en ellas, aquello que hace falta dentro de mí y no lo encuentro. Por eso extraño a la mujer de la foto, porque a pesar que odiaba la forma tan absorbente de amarme y que no aguantaba un segundo más su carácter conflicto, a pesar de eso, me daba algo que hasta ahora nadie me ha podido dar, la extraño porque mi corazón se sentía con el suficiente aceite para latir a mil por hora como un Ferrari que desafía la velocidad de la luz, porque mi cama estaba tranquila con la intranquilidad de sus piernas, y ahora es una trampa mortal donde caigo y me torturo, ahora es un campo de batallas donde caen bombas de recuerdos que me expanden los párpados para no cerrar el alma.

Estoy esperando mi momento, me dije muchas veces cuando miraba el espejo y me veía tan miserable, mi momento mágico, mi epifanía, para empezar a escribir como un desgraciado. Ahora que ella se fue y los días de paz terminaron bruscamente, parece que mi momento está cerca, es lo justo ¿no? Nada es gratis en este mundo, pierdo algo y a cambio recibo algo...